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08 febrero 2007

El mejor vino (II parte)

Nunca elegimos nada que no sea lo que más nos gusta... Bueno, menos en las Rebajas, prueba irrefutable (v. los experimentos de Benjamín Libet) de que para cuando nosotros somos conscientes, el impulso cerebral ya se ha producido (!).

Suponemos que la mejor música, por ejemplo, es la que más nos gusta, ¿o no? Hay teorías, fundadas, que nos otorgan una capacidad musical innata (concretamente en el lado derecho del cerebro), vamos, desde que nacemos (pese a que el casting de Operación Triunfo parece querer desmentirlo). O sea, que ¿ya tenemos desde pequeños "marcada" en el cerebro nuestra "musicalidad"? ¿Entonces nuestros gustos musicales irían también en función de eso que "tenemos"?

Probablemente todo viene de atrás, de algunas generaciones atrás, pero hoy en día, aún no está claro su origen (precursora del lenguaje, evolución del mismo, ..., para el cuidado materno, para el cortejo de apareamiento, domesticar animales, coordinación social, ...).

Más aunque es cierto que nacemos con determinadas adaptaciones musicales (oído absoluto) y que una sonata en Re mayor puede influir en nuestra habilidad espacial (efecto Mozart), no es menos cierto que poniendo "un poco de atención" podemos llegar a desarrollar ¿nuestras? propias habilidades.

O eso espero. Confío en que sea cierto lo que dicen, que los pianistas desarrollan una mayor representación de los músculos de la mano en el cerebro. Y mejor: en peces africanos, la región cerebral que regula el apareamiento crece en el macho dominante (aunque decrece cuando deja de serlo).

Va a ser todo cuestión de practicar. Lo intentaremos en la III parte.

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